El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando
cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos
la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu,
que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta,
la de la Trinidad. Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa
Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del
Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la
del Espíritu Santo. Así se explica que el lenguaje usado en el Prefacio sea más
propio de una clase de teología que de una celebración litúrgica. Cambiando el
orden de las lecturas subrayo la relación especial de cada una de ellas con el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
PORQUE SÉ QUE ESTARÁS CON NOSOTROS CADA DÍA
PORQUE SÉ QUE ESTARÁS PRESENTE SIEMPRE EN NUESTRA VIDA
PORQUE SÉ QUE TU AMOR SERÁ LA LUZ DE NUESTROS DÍAS
PORQUE TU FELICIDAD ES SÓLO AMARNOS SIN MEDIDA