En este verano caluroso traemos este pequeño video para
escucharlo con calma. El verano es el momento de vivir las cosas de otro modo y si no se consigue al menos intentarlo.
jueves, 23 de julio de 2015
sábado, 11 de julio de 2015
Turismo
Una de las perversiones de nuestro sistema social y cultural está
siendo la confusión e indiferenciación entre
turismo y descanso.
El turismo no es descanso sino
actividad.
Una actividad, por cierto, necesaria y tremendamente positiva y
reconfortante. Viajar es una gran oportunidad para abrirnos y conocer otras
geografías y gastronomías, para crear una distancia saludable de nuestro mundo
habitual y relativizar, de paso,
nuestros modos y maneras de conducir la existencia; darnos cuenta,
reconocer y aceptar que hay otros paisajes, otras costumbres, otras
fisonomías.... y poder abrazar más allá de todo eso, el corazón de una
humanidad que se siente como “una”.
Cada viaje nos educa en nuestra aceptación gozosa de la unidad en la
diversidad.
Nuestra mirada se recrea, nuestro corazón se expande y nuestro alma se
engrandece con cada viaje.
Hacer turismo implica desplazamientos, muchas veces largos y
continuos. El turista se adentra, voluntaria y gozosamente, en una incesante
actividad: quiere verlo todo, conocerlo todo. Se levanta temprano y se acuesta
tarde. Como suelo decir con cierta ironía “la vida del turista es muy dura”.
No es raro volver de un viaje intenso más cansado de lo que uno se
fue. La emoción de lo vivido se coloco en un primer plano y no deja ver ni
sentir el cansancio de tanto movimiento, de tanta intensidad. Un cansancio que
pronto cobrará su factura.
Descansar es otra cosa y, como dice el Eclesiastés, “hay un tiempo
para cada cosa”. Un tiempo para viajar y
un tiempo para descansar. Actualmente el turismo ha sustituido al descanso en
lugar de acompañarle y ha acabado usurpándole su propio espacio y tiempo.
El verdadero y más grande descanso es el descanso dentro de nosotros
mismos, recorrer silenciosamente todas las costas y litorales de nuestro espacio
interno. A veces nos encontramos en ese turismo interior con costas rocosas,
grandes desiertos, inundaciones emocionales, abismos insondables....., paisajes
desagradables y entornos de dolor. Por
eso este tipo de turismo interior no suele promoverse por las agencias de
viajes.
Meditar en silencio es el gran
viaje, la gran travesía que nos conduce al espacio profundo de nuestro Misterio
en el que podemos descansar y recomponernos verdaderamente. Es como el vuelo de
un águila que, sin apenas ruido, mira desde lo alto, con cierta distancia y
perspectiva, todo lo que se agita y se mueve en la superficie, pero sin
descender a ella. Un viaje del que uno trae como souvenir un corazón sereno y
un rostro iluminado.
Del libro LA SABIDURÍA DE VIVIR (3ª ed.) JOSÉ MARÍA TORO
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